Thursday 28 February 2013

Un asiento para Joe



1- Mi posta -señora del bolso de cuero y pelo con forma de boina- vive en Astolfi. Por lo menos se sube en Astolfi, según lo conversado en nuestra mutua admisión, hace dos años. La de Élica -Señor ameno, camisas manga corta, pelo acortinado- sube en San Miguel, y siempre se encarga de obsequiarnos con un gesto amistoso; un “qué tal”, “hasta luego”.



2- Tanta nuestra suerte, tanto nos cuida esta vida, que sin conocerse, nuestras postas bajan de sus asientos contiguos justo donde subimos nosotros (no sabemos quién se sienta junto a la Señora desde Astolfi hasta San Miguel). Así que Élica y yo no somos novedad y no sabés cuánto nos alegra.



3- Nuestro viaje es hasta Retiro, por lo que un poco soñamos con que también somos postas dadivosas, con sus caras de pacto llevado a buen puerto y cordial admisión mutua, mientras disfrutamos.



4- Hay algunas caras y piernas tan cansadas viajando de pie que más de una vez hubiésemos cedido, pero es tal la prohibición que pesa en este sentido, fueron necesarias tanta tinta, jurisprudencia y café para llegar a esta modalidad ultracivlilizada que quien prima en nosotros, a este respecto, es cierto temor; a las miradas abundantes, al dedo acosador de retrogradía y falso heroísmo (pero ¿por qué, por qué falso?



5- Sus caras y sus piernas lucen cansados. Sueñan con su posta en Muñiz, en Palomar, en Lona Verde; se los ve (hace tanto, hace siempre) tan risueños imaginando su primer pase de posta, sentándose en Su asiento por vez primera, perfumados y con un diario de festejo, que uno, sentado, duermevela, los ve desesperar.

6- Aunque Joe no desespera. Tal es nuestro amigo Joe. En todo caso objetiva su desesperación: desespera con los dientes el tanque de la birome y desespera los cigarrillos aplastados entre sus labios, eso siempre. De suerte tal que Joe -nuestro amigo vaca- nunca ha claudicado.



7- Es tan bueno tenerlo en nuestro vagón para conversar y reírnos todos juntos. Él, que hace hasta Chacarita de pie con un talante miserable, envidiable, grandioso y hasta el sarcasmo justo. Qué justo es su sarcasmo.

8- Una vez la chica que tiene sida y pide monedas lo vio sonreír estoicamente y se puso a llorar; entonces a Joe se le torció la boca y también lloró. Élica lagrimeó bastante y a mí se me ablandaron los labios y la lengua.

9- Cuando no conversamos, con Élica le convidamos uno o dos de nuestros respectivos auriculares y juntos escuchamos a Jimi Hendrix en la radio o los chistes de la mañana.

10- El día menos pensado, Joe, pactarás con tu posta y viajarás sentado.

11- Tememos que Joe tema, que tenga miedo de no saber cómo se viaja sentado o que piense que se viaja de alguna manera. Cómo enseñarle a Joe que no hay nada para aprender, que es sentarse y ya.

12- Joe: A Élica y a mí nos da tanta vergüenza, a veces, viajar sentados a tu lado y vos ahí, Joe Garza con Mochila, Joe Perro en la Noche, Joe Tu Pulso Antiguo. Incluso a veces los fines de semana, cuando nos emborrachamos todos juntos sentados o de pie, es como si un cuervo volara la habitación y con sus círculos describiera tu curiosa y estúpida estadía de hamster al que ya le contaron la martingala de la rueda.



13- Entonces, pensamos, quizás, ya no sea nuestro ejemplo. Quizás Joe el Pelícano ha desesperado; desesperó el segundo día que viajó de pie, y esperar entre el silencio o las bromas es su blanca manera de no esperar nada; y quienes lo queremos y rodeamos tratamos con una gallina hace tiempo acéfala, ante todo cordial y buena gallina. Corre, está diríase que viva, mas su cabeza hierve en una morocha, pues esa noche habrá puchero.

14- Lo más conveniente sería que entre todos juntemos unos meses y le regalemos una motito, cupones de nafta y un casco estilo meteoro (No! Le daré mi asiento, malditos burócratas hasta del no estar, ¿acaso no ven que queremos viajar todos juntos, que incluso Nora, Juan y Márgara viajan parados en otros vagones, que si bien nunca es tarde, o por eso mismo, el asiento para Joe, para todos y Joe como su delegado, es nuestro asunto y con urgencia, que Joe no hallará poesía en viajar parado de por vida, y aunque después disfrute del mate en su casa y olvide lo del tren, aunque ame su trabajo pero mucho más si lo detesta, nuestra flaca actitud va dejando un rasguño de injusticia en todas las cosas?).

Wednesday 20 February 2013


La certeza de la inminente soledad lo desvelaba por las noches. No por estar efectivamente solo en ese preciso momento, sino por una especie de presentimiento, de pálpito, de que todos sus actos y dichos y gestos lo acorralaban ante un callejón o una larga avenida (no era necesariamente un callejón oscuro) que tenía como único e inevitable destino la soledad más absoluta. Por las mañanas, mal dormido, se envalentonaba al lavarse los dientes y le mentía a su yo en el espejo: “soy así, ya soy grande para cambiar”, como quien justifica sus malos hábitos diciendo “de algo hay que morir” y se caga encima la primera vez que se encuentra a la parca medio de rebote.
El primer paso hacia sus noches de desvelo lo había dado años atrás al descubrir con una decepción de las grandes que las buenas intenciones no alcanzan para hacer de uno una buena persona. El segundo, tan doloroso como el primero, fue enterarse que para el éxito no basta con la pasión. El paso final lo dio al conocer lo definitivo de la muerte ajena.
Durante el almuerzo, como una plegaria, recitaba casi de memoria lo que lo mantenía vivo: el sexo, los hijos, la entraña a la parrilla. Y el miedo. Sobre todo el miedo.

Wednesday 13 February 2013