Wednesday 18 May 2011

Upa!

"No tema, señorita; soy un examinador honrado, un mero esteta, o un juez bonachón y concesivo. Pasaba, simplemente, por la otra esquina, y tuve el impulso de desviarme una sola cuadra, hacia su destino, y verle el rostro un poco más que en las vidrieras de su derecha donde se dibujan sus facciones. Además, sin ánimo de ofensa, no la seguiría tramos mucho mayores a éste, pues nunca tengo apuro pero sí mucho pudor, y no soy un gran caminante hasta que adivino una mirada como promesa de alguna meta consistente. Es cierto que aquí no se ha dado el caso, pero usted merece la excepción; resultaría descabellado ponerse ahora a respetar ciertas leyes que uno se pronuncia en horas de ocio y estupidez. Le ruego deje de lado la incomodidad, aunque su rubor le sume gracia, y mucho más cualquier tipo de reserva dirigida a mi condición de peligro potencial; lo peor ya pasó, le aseguro. No habrá mucho que quiera saber de mí -es notable su silencio; pero qué bien calla!-, mas, lo mismo da, pues soy un buscador desinteresado, y mi misión bien puede terminar aquí y me iré, si no contento, en mis dos piernas y entero -aunque creame que distinto-, como nos hemos conocido. Oh! Si supiera lo bien que le sientan sus manos... Perdón, sé que no goza de otras y que podrían parecerle a usted indeseables, pero son de lo más afables, le aseguro. Tengo un compromiso dentro de veinte minutos, diríase inaplazable, pero por mucho menos he dejado de ir a otros similares. En esta ciudad he visto jamás comisuras que describan parábola tan hermosa. A eso le llamo yo sonreir. Si me permite, su simpatía me ha animado, aunque algo menos que su sola presencia, de veras; aún sigue aquí parada y me mira con alguna curiosidad, por lo que entiendo que también estaría dispuesta a dejar pasar la premura de sus planes y emprender muy otros. Me disculpará, y esta es la última vez que se lo pido, por el tono ejemplar y las palabras con corbata. Ya quisiera que le resultasen más como un suave paseo, pero no acostumbro a frenar mujeres por la calle y soltar la lengua frente a ellas, sin planes ni proyectos ulteriores. Convedrá conmigo en que su silencio, en este caso, no me es de gran ayuda, pues me obliga al monólogo, y aunque quisiera también trazar algún paralelo ingenioso, o contarle la historia de ese café esquinero, ocurre que nada veo excepto a usted, ni dentro ni fuera mío. Mas, en cualquier caso, sepa que se halla por demás invitada a mi pequeño hogar, donde la disertación será mucho más amena y productiva, y que lo está desde este momento hasta el día en que yo muera. Así, podré convidarla con algún entremés mientras gira un disco, y luego sabrá aceptarme un viejo vino que ya duerme en la bodega. De este modo, dependerá de que también usted, de hallarse animada, pronuncie palabra; entonces estaremos conversando, y yo podré tragar de una buena vez y sojuzgar mi discurso que no se ha detenido desde su comienzo. Pierda cuidado que, por lo demás, no toleraré que lo haga si no es su deseo, pues bien entiendo que a veces llega el momento en que las palabras sobran o molestan y los instrumentos elocutivos, táctiles y demás sentidos que nos habitan dejan el manual y se toman vacaciones, hacia donde a ellos más les gusta y donde nadie les pregunta, absolutamente nada."