Ferruto se confesaba ante una audiencia de elementos más o menos cercanos a lo que, usualmente, llamamos personas. Amigos sería la palabra. No confundir.
El hombre lobo es sólo un ejemplo conocido, porque a esas horas ya todos habían pasado por el trance de la metamorfosis sin enterarse de la luna. Además, había tremendas ganas de no caminar esos tristes trechos que los llevaban de vuelta a sus casas (temor a un traspié, quizás; frío como para tricota y trineo, probable; tres o cuatro vasos de más navegando por el cuerpo los habían vuelto como muebles cansados, seguro), y mucho menos querría Trelles tomarse el tren. Cosa extraña en un tipo tan, tan, tan sediento.
Mucho perro, mucho gato, algún pájaro, una jirafa de babel e, incluso, una tarántula tejiendo quién sabe qué en una esquina del cuadrilátero. Los unía, si no un ansia -como bichos de zoologico- de vida silvestre, un terrible hipo.
Tons, Ferruto, que de a ratos era todo un gallo, tomó aire que deseó fuese puro y, habiéndose rodeado de todo aquello que pudiera necesitar hasta tres minutos más tarde (pastillas Refresco, vaso de cerveza, mate, fósforos para jugar y unos Café Crème de adquisición espúrea), se sacó el cigarro corto que le colgaba de la boca cual mata de trigo, y soltó:
-A mis veintiún años... Dos uno, señores, hip (o)... A mis veintiún años y con las nieves del tiempo blanquearon mi sien...
-Eeesooo!! -La audiencia festejaba, jolgoriosa; la jirafa se ladeaba oscilante, influenciado por alguna danza árabe que su cabeza confundía con Promesas sobre el bidet; las palabras rozaban desde lejos a los gatos, que lo disfrutaban todo; los perros, exultantes, ingresaban en un trance de lucidez casi idiota; el pájaro ataba con una piola resistente la pierna derecha de Ferruto a una pata de la mesa, mientras éste, embelezado, se dejaba atravesar por el compás cadencioso del bandoneón en No Soy un Extraño; incluso la tarántula había colgado las agujas de crochet del cenicero y era ahora mucho más una araña pollito.
-... los avanzes han zido ezcazos -Siempre le salía un gallego al Tano Ferruto en momentos de elevación onírica o gintónica. Producto, sospechaban los otros, de incontables proyecciones de Scarface y otras películas de Al Pacino dobladas en castizo.
-Bravooo...!!
-Válido, carajo. -Al Gato Esnaola la bebida lo volvía una tabla de verdad intransigente; todo parlamento era una proposición. Adentro o afuera. Con un sí en una mano y un no en la otra, aguantaba rounds larguísimos dándole como un loco a los riñones de lo que fuera que se estuviese hablando. La verdadera pastafrola o dados, el éxodo jujeño o la fusión en frío. Un valiente.
-Te digo, cuando le pases la grasa a la pelota... -Perro Callas y Gato Ydgara no podían ni querían sino hablar de fútbol cuando Baco ya se paseaba en calzoncillos-.
-La cauza... hip... es zimple y fatal - Luchaba Ferruto.
-Guardá eso, animal -Tarántula Mendonca censuró a la Jirafa Vietes cuando éste enarboló un destapador-llavero. Después de las cinco, sólo tomarían cerveza abierta con alguna parte del cuerpo. Lo acababa de decidir, y era mandato.
-Y los, antezedentes subyazen... -Ferruto, heroicamente.
-Redondeá, Tano, que me pierdo el rápido.
-Si fueze parecido, pero hip... zin tanto encono... hip... -Todo estaba tibio porque ya era viejo. Ferruto lo adivinó: el próximo tabaco sería colectivo. Eiti Leda le pareció el augurio necesario.- Ahora lo veo. Ese viejo Aristóteles... Todo es mòira, fatalidad, amigos, permítanme esta kathàrsis. La causa, el sino de tanto baldío de realización ha sido pensar todo el tiempo, bruscamente, en ella. No es posible, muchachos, ella...
Hubo un silencio de tren parado. Ferruto parecía esforzarse:
-Es que sus patas, esa invitación silenciosa...
No era lo más poético que Jirafa había escuchado; incluso esa noche. Sin embargo el tono definitivo de Ferruto (aunque un coro de Epumer) había logrado persuadirlo. Tarántula, adepto sin igual a las figuras alegóricas, miró al piso condolecido; el Pájaro Griera se sintió arrepentido de su triquiñuela; Ydgara y Callas esbozaban la trayectoria de Ricardo Altamirano; los Perros entraban en una densa letanía, uno de ellos sonriendo.
-... su elástico, hip, su corazón de gomaespuma. Qué decir de las frazadas. Así que, con su permiso, me fui al sobre, pibes.
Tocó a la suerte binaria que el shuffle oprimido silenciosamente por Tarántula diera en Fanky.
Tocó a la suerte binaria que el shuffle oprimido silenciosamente por Tarántula diera en Fanky.
En el alboroto, sobraron juramentos y volaron colillas. Después, como una mini fiesta porque sí, mucho baile, remeras ventilador y algún pogo. Tres minutos duró, por decir algo. “¡Qué noche de la puta, pero de la puta que te parió!”, largó Jirafa, extasiado quién sabe porqué. Uno de los perros se hundió consternado en un entendimiento de lo más laissez faire. Ferruto se subió un poco los lienzos como para arrancar, pero al tercer paso una energía en reversa -pensó- lo detuvo secamente.
-Un rato es un rato, Tano de madriguera -dijo Jirafa-. Vamos a la panadería que éste ya no llega al tren y el veinte que se le escapa al Perro de la campera -en realidad ya había mutado a morsa, y casi descansaba en paz- está tan afuera que aquí no pasó nada.