una luciérnaga entra en un cuarto de revelado cuando Grosjean, chorreando calor, trabaja en sus fotos y toma tanta agua como le permite el municipio casi fantasma de Pituil (¿fantasma para quién, Groschean?), donde, no sabe aún porqué, habita un rancho que es delicia, recados y algunos cueritos de su anterior dueño.
apenas completan sus pocas ropas y un número vergonzante de encendedores para, tan sólo, siete cigarrillos liados en la penumbra de la hell´s kitchen en que revela buscando la mejor toma de aquella Ford F-100 celeste que vio levitar en el sembradío de sorgo a mil quinientos metros de su casa.
una luciérnaga entra en su cuarto de revelado y Grosjean que sospecha que ha vivido, olvida las lecciones y la mira embelezado porque diez años han pasado desde su última luciérnaga. quién pudiera pensar mientras, canta Grosjean mientras abandona aquel fenómeno de luz por este otro mucho más situado por aquí; un suburbio más como los pantalones y el humor ácido o bostezar.
una luciérnaga entra en su cuarto y Grosjean como se reta pues se ha recluido a revelar y no a desobedecerse. pero cuánto ha que no veía una y oh! pero que... oh! luciérnaga! y esa luz?
una luciérnaga entra y Grosjean se retira de la labor que en plan rigor se propuso. pero es buena tarea. pero oh! tantos años! esa luz...
una luciérnaga vela sus fotos y sus planes y Grosjean ríe como un tonto oh! mis fotos y planes!
una luciérnaga pero qué calor entre estas máquinas, acá adentro hace un calor! la velocidad de obturación oh! entonces toma una hoja y un lápiz y escribe una lista aleatoria de todo aquello que oh! quisiera tener en su archivo de fotos cuando lo vuelvan. listo, está escudado. qué necesidad.
una luciérnaga sale volando de un cuarto de revelado y un Grosjean encandilado arguye que por hoy saldrá a pisotear más tierra y menos moscas aunque oh! piquen y no iluminen por aquí; así de fototaxismo positivo es si se trata de penumbras. y claro.