Monday, 18 June 2012

Dos sobre El Miedo


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Perturbación del ánimo por algún riesgo real o imaginario. Ancho, pero finito. Y en medio del camino de lo posible, como un amague incompleto, toda la tensión, toda la potencia, toda la desesperación, trota a espaldas de la atención con suficiente aviso de arranques y calles, para nunca alcanzarte. Negro apego, que permanece cierto tiempo según su indefinición. Tamborea agudo y de prisa, y cae al silencio pasmoso y grave, y pausa. Larga caminata, hombro a hombro, que sólo cesa al consumarse su principio devastador. De no ser así: perversión total de espacio, tiempo, tranquilidad. Futuro adjetivo imperfecto, trastorno fijo. Que ni la implacable barca del tiempo se lleva.

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El asunto con el miedo es que exige un altísimo nivel de vigilancia. Esto es: abrir en lugar de cerrar, prender por apagar. Impertinente ante el miedo es esconderse dado que, lo que buscamos, señores, es suprimir posibilidad; y en esa meseta si presentase -dios no lo permita- sorpresa, evocar de la crudeza prontísima reacción.

Un segundo de miedo equivale en desgaste de humanidad a: la confesión de un grave ilícito, la metafísica de Macedonio, tres días juerga en vela; entre otras validaciones. Por motivo tal es que la gente con deficiente tolerancia cognitiva, simple y afortunadamente, se desmaya, en respuesta a la profunda naturaleza suscitada.

Dicen varios blandiendo adagio que es miedo por incierto: pero no hay tal sin previo ni recíproca actualidad de uno y el peligro -es decir, preconcepción del tema.