Thursday 24 October 2013

Buonasera, banquiere

voto de pobreza hasta abrazar
la cicatriz que nos prefigura,
el cielo más allá de su cremallera.


lo que falte si no es pan, pasto o disco compacto
y saliva, claro, mía y tuya siempre ha de sobrar

¡qué juventud la de estos chicos, Clota!

Tuesday 1 October 2013


     ayer cumploría 192 pirulos


Saturday 17 August 2013

Friday 16 August 2013

Velázquez

Tenía una dimensión de repuesto guardada en su faltriquera. Para que no se le rompiera la había envuelto en pañuelos; le había plantado geranios, a falta de buen abono, con tierra de

un hormiguero. Un día despertó, todo había mudado, los cambios eran cortes, los pausas eran muertes, los cielos eran toldos, los sueños eran actos.

Thursday 15 August 2013


  la convalescence est comme un retour vers l’enfance
                                  Ch. Baudelaire

Tuesday 13 August 2013

Numio


Y te valías, Numio,
de absurdas cajas para realzar
la pátina de juma y futilezas.

Puntual, golpeabas al hambre
en las muelas del león,
sólo faltaba que supieras:
nada era mensurable.


Pero Numio aparecía cíclicamente con los ojos envueltos en mortaja, como una cabra insólita,
cansada de pacer.


Explica cómo deseas ser viento
si eres un poco del viento
todo que lo contienes.

Si hasta lo mejor que pueda dar tu boca
son los juegos de aires y silencios
empotrados en el espacio.

Y son la nada cuando se fueron.

Dile a tu habitante que se ciña al universo
sin olvidarse del último jugo en el último dátil.

H.


Tuesday 30 July 2013

Friday 19 July 2013

Monday 15 July 2013

¿Tú también, Buteflika?



(Ahmed Ben Bella fue traicionado y apresado por su círculo
de allegados.
Lo sorprendieron los rifles apuntando a su cara, de madrugada,
cuando descansaba en su habitación de la residencia presidencial.
Su amigo Abdelaziz Buteflika participó del golpe de estado que
puso a Bumedián al poder en Argelia la primavera de 1965)





-¿dónde estoy, Ben Bella?- me pregunto y no consigo dormir

-...

-sé pocas cosas: que no fui timado ni mi nombre será un oprobio

-...

-es helado allí arriba.

-...

-y el palacio es ahora del infame

-...

- incluso él, Bumedian el hirsuto,
en su mente imaginaria de venias y municiones,
él como yo quiso nuestra libertad
ante todo y todos, yo en su camino

-...

-mas ¿cuál es aquélla ante todos?

-...
-pero tú, Buteflika, mañana hubiésemos ido al fútbol

-...

-por eso para ti, Abdelaziz, elijo tu carne destrozada en vida
y el goteo sordo de traición golpeándote la mollera,
hasta que nos salga el sol, querido hermano

Sunday 14 July 2013

ESPOSA:

 (...) ¿Por qué, pues has llagado
       Aqueste corazón, no le sanaste?
       Y pues me le has robado,
      ¿Por qué así le dejaste,
      Y no tomas el robo que robaste?  (...)
  
                              
                  San Juan de la Cruz  

Monday 8 July 2013

    Once upon a time you dressed so fine
    You threw the bums a dime in your prime, didn't you? 
    Peopled call, say beware doll, you're bound to fall
    You thought they were all kiddin you  
    You used to laugh about
    Everybody that was hangin out
    Now you don't talk so loud
    Now you don't seem so proud
    About having to be scrounging for your next meal

    How does it feel
    How does it feel
    To be without a home
    Like a complete unknown
    Like a rolling stone? 

   Youve gone to the finest school all right, miss lonely
   But you know you only used to get juiced in it
   And nobody has ever taught you how to live on the street
   And now you find out you're gonna have to get used to it
   You said you'd never compromise
   With the mystery tramp, but now you realize
   Hes not selling any alibis
   As you stare into the vacuum of his eyes
   And ask him do you want to make a deal? 

   How does it feel
   How does it feel
   To be on your own
   With no direction home
   Like a complete unknown
   Like a rolling stone

   You never turned around to see the frowns on the jugglers and the      clowns
   When they all come down and did tricks for you
   You never understood that it aint no good
   You shouldn't let other people get your kicks for you
   You used to ride on the chrome horse with your diplomat
   Who carried on his shoulder a siamese cat
   Aint it hard when you discover that
   He really wasn't where it's at
   After he took from you everything he could steal

   How does it feel
   How does it feel
   To be on your own
   With no direction home
   Like a complete unknown
   Like a rolling stone? 

   Princess on the steeple and all the pretty people
   They're drinkin, thinkin that they got it made
   Exchanging all kinds of precious gifts and things
   But you'd better lift your diamond ring, you'd better pawn it babe
   You used to be so amused
   At napoleon in rags and the language that he used
   Go to him now, he calls you, you can't refuse
   When you got nothing, you got nothing to lose
   Youre invisible now, you got no secrets to conceal

   How does it feel
   How does it feel
   To be on your own
   With no direction home
   Like a complete unknown
   Like a rolling stone?

Friday 28 June 2013

Tuesday 25 June 2013

Raras Peras

-Hasta que no levanten al muerto no podemos seguir- dijo el guarda. Su voz salió de adentro del camperón azul que lo envolvía y nosotros, doscientos o doscientos cincuenta pasajeros del ferrocarril Urquiza varados en la estación Rubén Dario, de Hurlingham, no supimos qué hacer ni qué decir. Estábamos muy pegados uno a otro, el vaho que despedía cada uno no era más que uno solo, ámbar y espeso. El ansia por llegar aumenta demasiado cuando a uno le dicen que va a tardar en hacerlo.

          Cuatro horas antes salí de Juramento y O´higgins. Caminé hasta la calle Sucre, cruzando el barrio de Belgrano, pasé por Villa Ortúzar y llegué a la Chacarita, donde iba a tomarme el tren. Los colectivos estaban imposibles, y las calles y barrios que no conocía me arrastraron en dirección suroeste.
          Me maravillé y fumé consternado cuando vi por primera vez la Avenida Melián; las Crónicas de Bob Bylan y la presencia de As i lay dying en mi mochila me provocaron estar cruzando la Av. …, en Nueva Orleans: veredas anchísimas cubiertas de verde, árboles centenarios y zaguanes de otro tiempo; caserones frescos, aptos para la justicia de la siesta; las esquinas silenciosas, el aire húmedo y quieto como un bronce.
          Dos horas de caminata siempre sientan bien. En la calle y en movimiento es donde uno puede mezclar y barajar las preocupaciones y los sueños sin estancarse y sin envejecer. Esa tarde se movía en mi interior una energía de anverso y reverso, un voltaje que viraba entre la dureza de los caminos de consolidado y la elasticidad de las esponjas marinas. Caminar estaba bien, viajar en tren estaba bien porque era llevado y tampoco me estancaba. No me interesé en los avisos de demora: un accidente fatal en la estación Lozano, llegando al final del recorrido. Una hora más o menos era una hora más o menos de lectura o de descanso.
          Finalmente fue dormir. Mucho, pesado y sin sueños. Nos hicieron bajar en una estación que no conocía, en los límites de Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires. Fumé, ajeno a las informaciones del alto parlante, abajo de una farola en el medio del andén. Esperé en silencio la llegada del siguiente tren. Éramos el doble de personas adentro, los que habían salido veinte minutos después y nosotros. Por viernes las personas se inquietaban con la tardanza y comentaban lo malo de los funcionamientos de las cosas, en general. Quizás yo también lo hubiese hecho, pero estaba solo y me volví a dormir.
          Me desperté cuando nos volvían a invitar al “descenso de la formación”. Los guardas y otros empleados de la línea caminaban por el pasillo de los vagones como llevados por una doble soga que daba la vuelta. “Estación Rubén Darío, descender de la formación. No sigue, no sigue”. Otra vez, carajo, pensé yo. Calculo que habríamos estado viajando ya tres horas, entre los descensos, ascensos y la velocidad mayormente baja a la que se movía el gusano.

          El tren vacío. El andén repleto de gente, la nube de vapor arriba nuestro, estaba helado. Pasó el tiempo, varias veces. Nunca supe si eran las nueve de la noche o la una de la madrugada. Unos comentando con otros. La señora, la señora ataviada, universal y adepta por vocación al altercado público, exigió una solución. “Ninguna”, dijo un hombre de bigotes enormes y blancos. “Murió una persona, señora, qué solución exige. El tren no sigue”. “Colectivos que nos trasladen”, exigió la señora universal. Lo exigía a viva voz y buscando complicidad: no encontraría ninguna. Su rimel exigía una solución al guarda que por distraído quedó rodeado de gente por un lado y del tren vacío detrás suyo. El resto hacíamos un silencio exagerado. Una media esfera de gente resfriada, algunos enojados, algunos curiosos, otros exultando al descreímiento y la renuncia de los inoperantes. Pude prender un cigarrillo, pero lo tuve que hacer volar a la primer pitada por encima de la media esfera hacia la tierra baldía, el pavimento del andén, porque no se podía fumar sin quemar a los demás. “No hay solución, señora”, el hombre de bigotes. Un señor inmenso hablaba con voz gruesa. Que no, que así no, que avancemos hacia el final del andén y cada uno por su lado. Pero no se podía avanzar. La crispación activa o pasiva nos unía manteniendo a la media esfera en el andén. Bien habrían podido los que hacían de último cordón del óvalo humano ir abriéndose, porque había algunos huecos y aires en el andén.
          El guarda estaba nervioso. Nos dijo que no, que hasta que no levantaran al muerto de Lozano no podíamos seguir. Enmarcado en la puerta abierta de un vagón recibía algún improperio y contestaba con explicaciones de cabotaje, subiendo la voz cada vez más y terminando por chillar caprichosamente sobre las censuras de los quejosos. De vez en cuando murmuraba algunas palabras a su walkie-talkie. Actuaba como un chico, subiendo y bajando los brazos. Llegó a ofenderse de los incrédulos con un suave “¡ufa!”. Como la señora no paraba de exigir, se sinceró: “no vivo por acá, soy de Sáenz Peña. No sé cómo pueden llegar a sus casas”. “¡El colmo de los colmos! No es respuesta, no es respuesta”, vociferó la señora ataviada. Mi situación dentro de la media esfera era intestina. Cambié dos palabras con el hombre del bigote -a dos personas de distancia, había estado trabajando teorías de índole Mecánica de los trenes-. Me indicó qué diagonal tomar para llegar a la estación más cercana del Ferrocarril San Martín. Una guarda fugaz se asomó de una garita, elevándose en su propia banqueta, y nos gritó “hay que cortar la energía de las vías para solucionarlo”. Claro, no podía seguir. Yo ya no esperaba más que nuestro propio desagote y el queso fresco fundiendo sobre la prepizza en el horno de mi casa. Entonces pasó el doble silencio de la gente queriendo irse. Sucedieron unos movimientos como de autopartes que hacen juego, para atrás, para adelante, y de vuelta al mismo lugar. “Pero qué pasa, si no avanzamos no nos vamos”. “De seguro”, contesté a alguien atrás mío. Me costó hablar. Estaba muy apretado en mi estómago que, a la vez, sentía enorme, gigante. No terminaba en mí. Quizás terminaba más allá de mí, en las últimas personas de los extremos de la esfera.

          Fue empezar a mirarnos y juzgarnos demasiado feos y demasiado hermanos, los unos a los otros. Los pies no los sentía desde hacía un rato, pero eso tenía sentido por el invierno. Me miré la campera porque iba a insistir con el cigarrillo; me pareció que el bolsillo frontal se estaba derritiendo, mezclándose con el pulóver del hombre de bigotes y el bolso del señor inmenso. Era una pasta marrón sumamente asquerosa. Tuve ganas de hacer pis porque el bebé en brazos de una joven tuvo ganas de hacer pis. El guarda nos empezó a mirar con unos ojos nuevos. Repetía otra vez lo mismo, cuando ya nadie preguntaba. Temblábamos. Una vibración primal, involuntaria, deshacía nuestros límites. Quise volver a mi casa en San Miguel, a mi casa de la señora universal, porque, claro, ravioles con estofado era preferible a la prepizza. Un jugo nos recorría, desde el cuello hacia abajo; pringoso y caliente, que desgarraba para unir, deshacía para empastar. El bebé que sostenía el hombre inmenso resbaló de su brazo por el jugo y se perdió en un magma que eran nuestros cuerpos; nos indignamos con el dolor de lo propio. Bullíamos, hacíamos calor. Ahora vestíamos un gran abrigo hecho de camperas, bufandas, pulóveres, poleras y buzos; nuestros pantalones eran un par de jeans multicolor, nuestros pelos gruesos como lápices hacían fuerza por romperlo y lo lograban. Calzábamos ciento diez. Asístí perplejo a mi primera menstruación y necesité estar viendo a Ferro con Boca y a Boca con Ferro. En cambio nuestras cabezas estaban separadas. Nos acordamos del guarda -alguien se acordó por todos nosotros-: tiraba con una mano de su camperón azul y con la otra mantenía el walkie-talkie pegado a su boca que no decía nada. Una mueca torcida le cruzaba la cara blanca como sus nudillos; los ojos muy abiertos mirándonos, mirándome. Quinientos ojos sobre un cuello semejante a una terraza lo escrutaban.
          Más que la ira o el desahogo por la espera fue curiosidad por nuestras nuevas inquietudes, la forma de desplazarnos y el poder de iniciativa con que contábamos. Avanzamos lento, nuestros zapatos se arrastraban según un sistema que asemejaba los rodillos. El guarda se quiso ir; la media esfera le rodeábamos por completo la huida, por lo que tuvo que meterse en el tren. Nosotros, un cienpiés que sabía desdoblarse y girar, pudimos ingresar un pedazo de nuestra masa por la puerta abierta de un vagón. Nuestra forma cambiante y gelatinosa era precaria en su infancia, dócil y libertina. Lo acorralamos -se acurrucó, débil de pánico- en una esquina del vagón. Temblaba todo su cuerpo, soltaba un hilo de voz gutural e incesante. Nuestra barriga era la proa; por allí empezamos a absorberlo. Se mezclaba en nuestra sopa de carne y algodón. No era con fuerza, nos ingresaban sus brazos y su cuerpo y sus zapatos y su walkie-talkie por succión de pasta transgresora, viral y elástica. Alguna cabeza del último cordón me sacó las ganas de fumar. Menta, cigarrillo, vino, albóndigas del mediodía, bola de fraile en una muela, caldo de gallina, amargor de mate y tuberculosis, todo junto, produjeron a mi garganta un espasmo y una arcada que despidió flemas color borravino.
          Cuando por fin la totalidad del guarda hubo ingresado en nosotros, no supimos qué hacer ni qué decir. No nos pareció que estuviéramos digiriéndolo. Algo que habíamos perdido era la facultad del habla; también el apuro por llegar a cualquier lugar. Estábamos del todo adentro del tren y lo ocupábamos de punta a punta. Esperaríamos allí dentro a que volviera la corriente eléctrica. Para entonces la guarda de la garita había corrido fuera del andén, olvidando llevar consigo su walkie-talkie. La transmisión era precaria. En algún momento el guarda dejó de gritar y de llorar. La noche pasó y volvió muchas veces. Ya habíamos aprendido a comunicarnos por medio suyo. Nos contó de nuestras propias inquietudes y se pronunció acerca de algunos debates sobre todo familiares y del corazón. Según nuestro sector afín al derecho previsional -escuchamos por el radio- el número de la indemnización que correspondía al hombre de bigotes era de pago improbable. Nos dejó en paz contándonos que el bebé estaba consigo, sano y alimentándose de nuestra absurda reserva de bolo alimenticio. No dejó de llamarle la atención lo muy presentes que estaban en nuestras vidas los fósforos y los horarios de los rápidos.

Monday 24 June 2013

Tuesday 11 June 2013

Wednesday 5 June 2013

Thursday 30 May 2013

   ಬೆರಳುಗಳು

Friday 17 May 2013

Wednesday 8 May 2013

Thursday 25 April 2013

Tuesday 23 April 2013

Sunday 21 April 2013


es inminente el cambio de clima y de humor
mañana va a llover, y va a lavar lo malo
es la noche ideal para dejarlo afuera, en remojo
y colgarlo mañana a las tostadas
y reír, reír de todo
porque el sol salió de nuevo 

Antes no pasaba

“Hola, ¿Tío? Cómo andás Tío, estoy en un tren, en Capital. ¿Vos bien? Bien, Tío, te escucho más o menos, recién salgo. Bueno, bueno, me alegro, sí. Mañana vuelvo a Navarro. Che, escuchame una cosa, Tío, ¿viste mi casa, en Navarro? Todos bien, Tío, sí gracias a Dios. ¿Allá? Bueno, qué lindo che, qué bueno. Sí, escuchá, ¿viste mi casa? Lo que pasó, un mal trago, Tío, estuvo faltando plata en mi casa, y el dvd, ya van dos o tres veces. Hablé con Carlos ayer, está bien Carlitos, me dijo que ayer quisieron entrar otra vez, que justo Paula se estaba bañando y escuchó el ruido en la ventana y del susto y la angustia se quedó paralizada, pero llegó a cerrar la ventanita y los pendejos al final salieron cagando. Sí, rajaron cagando. Sí, ya sabemos quiénes son, los pendejos de mierda. Pobre Paulita, además. Che, te quería decir, llamó a la policía como a la hora pero llegaron y al pedo, viste, el tramiterío. Y Paula una angustia, sola estaba. Yo estoy llegando mañana y parece que el comisario se enteró y quiere hablar conmigo, viste. Ya sabemos cómo es, Tío. Y claro, ya estamos cansados, ni podés bañarte tranquilo. No llegan ni a los quince años, borregos de mierda. Claro, son ellos, los hijos de Aldo. Y es así, al final esta gente es así. Nada importante, che, nos faltó una plata dos o tres veces. Pero bueno, te quería decir, los pendejos estos son los de atrás de tu casa viste. Los de Aldo, claro, habían ayudado a tu mujer con el traslado de los escombros, viste, ¿te acordás? La ingratitud de esta gente, Tío, no tiene goyete. Esos. Se me ocurrió, estamos cansados, che, pendejos de mierda, el tema del tinglado, el tuyo, ¿seguís con eso? Sí, bueno. ¿No me harías esto? Sería así. Claro, borracho de mierda, Aldo, en su perra vida terminó un trabajo, todo a medias, Tío, ya sabemos. Jajaja, ni que le digas, Tío, un desastre, ya sabemos. Con Irene estamos resueltos, viste, se acabó la caridad, viejo. El piso de la galería se nos inunda cada vez que llueve un rato; un desastre como trabaja. En el cumpleañós de Celina no bajaron la música ni diez minutos, toda la santa tarde escuchando su música de mierda. Jajaja, y bueno, Tío, son así. Totalmente, mirá si iba a pasar esto cuando vivía Papá, los Tielles de vecinos, una tranquilidad... vivíamos en su casa o ellos en la nuestra, si vos te debés acordar mejor. Pero yo no cedo más, viste. Los saludas, sos educado y te devuelven con un afano, negros de mierda. Claro, Tío, para vivir con el culo en la mano, con el miedo de que tus propios vecinos. Mirá, por eso, a mí se me agotó la paciencia. Quiero irme a trabajar tranquilo, sin tener que pensar que Paula... Y claro, sabés las ganas que tengo de que se rajen. Pero no se van a ir, che, nunca más, los tres hermanos, ya sabemos... y sus minas y sus hijos y los hijos de sus hijos, las tías, la abuela y la puta que los pario. Jajaja, claro, Tío, es un hormiguero. Bueno, claro, por eso, por eso mismo, sabés el susto que se pegó Paulita, escuchame, no se puede. Che, por eso, es así: había pensado, mañana los tres pendejos van a trabajar en tu casa, me dijo Celina, viste. Van a hacer un poco los jardines y van a estar a la tarde. Ni que lo digas, yo no sé por qué los llama. Seguro van borrachos, si son así todo el día. Y bueno, Tío, y bueno, de tal palo... Mirá si cuando en la época de Papá iba a pasar algo así, era una pintura el barrio, los vecinos. Decile a tu mujer que los mande a la manga, qué se yo, a limpiar la manga, a la tarde, a las cuatro, por ejemplo, y después que limpien todo el tinglado. Yo ya hablé con Cespedes, que los mande a limpiar el martillo hidráulico, que ajusten o limpien cualquier cosa, no importa, un rato dándole vueltas al martillo. Y Cespedes se va a ocupar, ¿sí?, bueno, bueno, bueno, Tío. Así terminamos viste, porque a la primera de cambio caen con un arma y se pudre todo, entendés. Imaginate. ¿Podremos hacer así? No sabes, no sabés Tío cuánto te lo voy a agradecer. Ya sé que vos sabés. Y Cespedes va a estar, claro. Bueno después hablamos más tranquilos pero vos me dejás tranquilo entonces que ya no joden más, viste, con que agarre a uno. Mañana con el comisario hablo yo, él me llama, si está al tanto. Después la mando a Celina, a que pida de buen modo el dvd, viste, a su casa, que entiendan un poco. Y bueno, viste, es durísimo, está muy, muy duro. Yo quiero vivir tranquilo Tío, claro. Me alegro que estés bien. Allá está bellísimo, pasas por el tinglado y pasás por casa Tío, claro, cuando quieras. Bueno, ¿no habrá problema?, bueno, bueno. Tenemos que vernos, Tío, juntémonos, no nos durmamos otra vez.. Dale. Bueno vos me chiflás cualquier cosa mañana, eh. Te mando un abrazo y tenemos que vernos.”

Tuesday 16 April 2013

Thursday 11 April 2013

Tuesday 9 April 2013

Te estoy aprendiendo, hombre,
te aprendo despacio, despacio.
De este difícil estudio
goza y sufre el corazón.


                     Jerzy Liebert

 

Sunday 7 April 2013

Julio (Duermevela)


            El frío de la última semana lo había conminado a una lectura severa y retrospectiva de diversos autores que asentían, callados, a su pálido resumen de noticias antiguas y brillosas de uso. Jugaba, ahora, con los labios cortados por la helada que ya se había ido, trayendo a cambio, de golpe, la brisa templada, fragante, que entraba por la ventana de vidrio esmerilado; aquella que tanto había odiado a pesar suyo, por no odiar otras cosas.
            Lo grosero de su estado, la llaneza de su lividez vuelta habitual los últimos meses nunca fueron impedimento para recibir la visita de Diego Galloso. Al contrario. Diego y él, habitantes potenciales del Municipio de Miraflores, bien podían relamerse en cualquiera de las minucias, recientes o no, que, por sobre otras, arrastraban; ahogarlas en yerba o en ceniza, dibujarles cejas abultadas o suponer que eran asunto de niños mal hadados. Jugaban al gran juego del desencanto hasta que, puliéndoles aristas y cansando las palabras, hacían de sus penas una discreta, redonda, casi tangible y única pena. Cuánto podía parecerse entonces todo eso a la felicidad, si la meta estaba, dicen, en el ruta.
            Ese día Diego Galloso no fue. Tanto el mismo frío, tanto la misma conminación, que no se enteró de la brisa en su balcón y del solcito terciopelo. O, bien percatado de ellos, también dejó que hicieran nido en sus ganas, por lo que hubo de quedarse en su casa y aguardar la llegada de sus propios talismanes. 
            El mío, en tanto, resultó ser una carta, una esquelita en tinta azul inserta en el buzón de lata que nunca dejé de revisar con periodicidad dispar pero constante, como presintiendo que por ese lado iba a soplar el viento del cambio.  
            La encontré asomando de la ranura del buzón, cuando volvía de comprar el pan. Sin remitente, sin particularidad alguna. Entonces hice mate y esperé diez o quince minutos con la carta delante mío, saboreando en silencio el dulce rédito que toca a quien ha sido escrito.      
            Fue la más hermosa que hube de recibir hasta entonces. Fue, además, la única:
"Estás muy vivo, ahí sentado. Tus ojos son dos culebritas, por eso te digo, hermano. Pasa por casa, subí a mi cuarto, abrí el cajón grande del escritorio y sacá un sobre de papel madera con mapas. Hay como ciento cincuenta; llevate el único manuscrito, que tiene dos cruces bordó y un arroyo ancho que pasa por el margen izquierdo y se mete para adentro casi arriba. La cruz de abajo es la ruta y Marineros, la de arriba es mi invitación. No tiene nombre. Yo voy a estar terminando unos trabajitos de pintura; después salgo unos meses; un trabajo en otro lado... Llevá abrigo, no te mires el ombligo todo el día y no te pierdas las noches despejadas".
            Dije Cano, Canito, y de contento lo insulté. Juré - y sigo jurando- llevarle un día a Comodoro Py el incunable 16 rpp "Rantifusa" de Solivantares a dúo con Roberto Grela, del 49. Joya de obsequio para este amigo que, el día que lo conocí, purgaba de cera sus oídos con un cono de papel prendido fuego metido en la oreja, parado solo en el pasillo de Instrucción 50.
            Sé por su señora que en el mueble del comedor cuelga el banderín de Excursionistas que econtré en un puesto de diarios, por Tribunales, la vez que casi suben.
            Guarde el papel en el sobre. Pensé en ella casi queriendo pensar en ella, pero no supe, no entendía, si primero estaba ella o el querer pensar en ella; como grosellas que gustan a la memoria casi más que a la lengua obediente. Pensé en ella porque sí. Porque me hallaba dócil, dadivoso y barbudo. Yo la invito, me dije. "Siempre durmiendo en el barro y pensando en una flor... charín, charán...".


Sunday 24 March 2013

    es louis jordan

Monday 18 March 2013

Friday 1 March 2013

Thursday 28 February 2013

Un asiento para Joe



1- Mi posta -señora del bolso de cuero y pelo con forma de boina- vive en Astolfi. Por lo menos se sube en Astolfi, según lo conversado en nuestra mutua admisión, hace dos años. La de Élica -Señor ameno, camisas manga corta, pelo acortinado- sube en San Miguel, y siempre se encarga de obsequiarnos con un gesto amistoso; un “qué tal”, “hasta luego”.



2- Tanta nuestra suerte, tanto nos cuida esta vida, que sin conocerse, nuestras postas bajan de sus asientos contiguos justo donde subimos nosotros (no sabemos quién se sienta junto a la Señora desde Astolfi hasta San Miguel). Así que Élica y yo no somos novedad y no sabés cuánto nos alegra.



3- Nuestro viaje es hasta Retiro, por lo que un poco soñamos con que también somos postas dadivosas, con sus caras de pacto llevado a buen puerto y cordial admisión mutua, mientras disfrutamos.



4- Hay algunas caras y piernas tan cansadas viajando de pie que más de una vez hubiésemos cedido, pero es tal la prohibición que pesa en este sentido, fueron necesarias tanta tinta, jurisprudencia y café para llegar a esta modalidad ultracivlilizada que quien prima en nosotros, a este respecto, es cierto temor; a las miradas abundantes, al dedo acosador de retrogradía y falso heroísmo (pero ¿por qué, por qué falso?



5- Sus caras y sus piernas lucen cansados. Sueñan con su posta en Muñiz, en Palomar, en Lona Verde; se los ve (hace tanto, hace siempre) tan risueños imaginando su primer pase de posta, sentándose en Su asiento por vez primera, perfumados y con un diario de festejo, que uno, sentado, duermevela, los ve desesperar.

6- Aunque Joe no desespera. Tal es nuestro amigo Joe. En todo caso objetiva su desesperación: desespera con los dientes el tanque de la birome y desespera los cigarrillos aplastados entre sus labios, eso siempre. De suerte tal que Joe -nuestro amigo vaca- nunca ha claudicado.



7- Es tan bueno tenerlo en nuestro vagón para conversar y reírnos todos juntos. Él, que hace hasta Chacarita de pie con un talante miserable, envidiable, grandioso y hasta el sarcasmo justo. Qué justo es su sarcasmo.

8- Una vez la chica que tiene sida y pide monedas lo vio sonreír estoicamente y se puso a llorar; entonces a Joe se le torció la boca y también lloró. Élica lagrimeó bastante y a mí se me ablandaron los labios y la lengua.

9- Cuando no conversamos, con Élica le convidamos uno o dos de nuestros respectivos auriculares y juntos escuchamos a Jimi Hendrix en la radio o los chistes de la mañana.

10- El día menos pensado, Joe, pactarás con tu posta y viajarás sentado.

11- Tememos que Joe tema, que tenga miedo de no saber cómo se viaja sentado o que piense que se viaja de alguna manera. Cómo enseñarle a Joe que no hay nada para aprender, que es sentarse y ya.

12- Joe: A Élica y a mí nos da tanta vergüenza, a veces, viajar sentados a tu lado y vos ahí, Joe Garza con Mochila, Joe Perro en la Noche, Joe Tu Pulso Antiguo. Incluso a veces los fines de semana, cuando nos emborrachamos todos juntos sentados o de pie, es como si un cuervo volara la habitación y con sus círculos describiera tu curiosa y estúpida estadía de hamster al que ya le contaron la martingala de la rueda.



13- Entonces, pensamos, quizás, ya no sea nuestro ejemplo. Quizás Joe el Pelícano ha desesperado; desesperó el segundo día que viajó de pie, y esperar entre el silencio o las bromas es su blanca manera de no esperar nada; y quienes lo queremos y rodeamos tratamos con una gallina hace tiempo acéfala, ante todo cordial y buena gallina. Corre, está diríase que viva, mas su cabeza hierve en una morocha, pues esa noche habrá puchero.

14- Lo más conveniente sería que entre todos juntemos unos meses y le regalemos una motito, cupones de nafta y un casco estilo meteoro (No! Le daré mi asiento, malditos burócratas hasta del no estar, ¿acaso no ven que queremos viajar todos juntos, que incluso Nora, Juan y Márgara viajan parados en otros vagones, que si bien nunca es tarde, o por eso mismo, el asiento para Joe, para todos y Joe como su delegado, es nuestro asunto y con urgencia, que Joe no hallará poesía en viajar parado de por vida, y aunque después disfrute del mate en su casa y olvide lo del tren, aunque ame su trabajo pero mucho más si lo detesta, nuestra flaca actitud va dejando un rasguño de injusticia en todas las cosas?).