orfebrería
sin las dudas, aunque una de las cuentas ruede por la mesa y rechace la condición ser collar,
no es collar
y entonces pareciera que hay una puesta en dudas, pero es otra cosa,
es un reto elemental
y la tarea se sucede silenciosamente, en realidad ocurre y ocurre las misma tarea enfilada una
vez tras la otra, y avanza entre ademanes, y el collar será de una belleza inexpugnable,
ella es, ahora, sus manos,
sin las dudas, y la evocación de una tarea pendiente es llevado en un canasto y se pierde en la curva de un río con totoras,
el recuerdo-cosa es una idea de un lugar y de telas, y ella es, ahora, pausados embelecos,
y la idea de la cosa –ella trabaja en un metal acuñado- no tiene siquiera tallo u hojas, sino es un poco de polen que es llevado por las cosas del viento
aunque exista la rueca, la espera, la ropa blanda, ella es rumiando vida, quitando una pelusa a un baúl de meditaciones cuando la lleva aquí y allá un revuelo naranja y el por vez primera collar enfría sus dedos
me miro las manos y también me pasa que la idea es llevada pero en una caja de herramientas de juguete, muchas letras que en apariencia dicen “mis manos son barro cocido al sol”
y después, sabrá Dios que me lleva de aquí a allá la expresión en fuga -pero con un centro preciso-: “oh, fiebre mía”, y me levanta por el aire un verso libre que comience “oh, rondar por su casa...”, y luego “... que ya no desmayes…" y “ ...rompiendo dinteles”; y un hermano calor difumina cuestiones algodonales someramente en mi estómago hasta un bienestar de madera balsa que también es llevado, y sólo puedo pensar en mimbre, ombú, níspero, nogal…
HIPOGEMIO.
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