Luego, diremos que todo ello fue un recodo. Quedó dicho en ese frío;
a la gélida mansedumbre de agosto fundamos primaveras;
florecería nuestro idilio cortés a título de naderías y botas locas.
¿Qué tal si dijese que un colibrí picoteaba inquieto “La ciudad y los perros”
en la vereda impar de Corrientes y Ayacucho?
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