Friday, 22 July 2011

Veo veo

Si esta noche hablara más que con señales dibujadas en la niebla y pudiera alcanzarnos, en una frase, en una rima, la breve instrucción para acompañarla y ser con ella, pediría para esta habitación cinco octavos de penumbra y, al menos, una alfombra, por verde y naranja que parezca. Así, diría, nos vemos mejor. Ella y nosotros mano a mano. Querrá que halaguemos sus listones floreados mientras nos redime cada vez para siempre de nuestra falta rampante, pertinaz, al recibirla, como topos, dentro de una cueva u hoyo falto de ventilación que nos detendrá y nos seducirá hasta la hora en que, si Actuamos, si Representamos y no Somos verdaderos agonistas, se quiebre el hilito nocturno. Ya no será dócil, por un segundo se volverá de concreto y se partirá como un grisin al mediodía. Pasará si no la oímos. Hoy la oímos.
Obediente en mostrar su desnudez etérea y hasta sus lunares muertos, jamás podremos ocultarla detrás de retazos de tela o alisado de portland. Mucho menos si luego, como perros, le aullamos a su cara desde una ventana cualquiera, volviéndola a nosotros, en nuestra linda manera de equivocarnos casi adrede de lugar para después buscarlo y llamarla a ella, haciendo de nuestro cánico extravío un bello puente, clamando destino y clorofila en cuotas a cinco octavos de penumbra y, al menos, una alfombra. Pulcramente nos fugamos de la glosa que nos contuvo aunque no cupimos, apelmazándonos como piecito de china en zapato de madera, para preguntarle a la noche cómo mis uñas, porqué la pasta celulosa, dónde esa parada de cuál colectivo en que quién acaricia el aire esperando mi tal vez cara. A veces el tiempo, por sordo, se vuelve travieso.
Si la cita es con la noche -la cita siempre es con la noche, pero hasta saberlo habrá que engrosar el prontuario de delitos consumados a oscuras, vacaciones de quinces minutos y relojes agujereados-, olvidemos el trajín de la frescura, también la entereza y entremos en su juego de suaves condiciones, porque somos nosotros quienes pedimos su asilo y su desvelo, trucando nuestro cuerpo con energías que, por tantas, se intuyen prestadas y seguro que fue ella. Yo puedo participarla con infusiones calientes y los pies descalzos. "Las tres y media -dibujó en la niebla- las bailo con cualquier ritmo que sea Tijuana Moods". Se mueve suave, es un tren sin vías. Entonces nos llega su "hola", tal vez un poco más tarde que su "hola", porque uno deberá, además de amarla como una tortuga, usar el tiempo y distraerse en esculpirla hasta el hartazgo o el olvido. Se nos prestará o regalará con el abandono del mármol para salvaguardar, un rato, el abismo de la lucidez y la trifulca diurna. Su grandeza estará en su sumisión, incluso a riesgo de toparse con un vampiro filisteo que la engañe y la festeje consigo mismo; y, en sus ruinas, no alcanze a embolsar el balón primero que pegándose al pecho transmita la condición inmóvil de que la cita es con ella, y no con uno mismo, especie de locutor siempre recién egresado.
La Noche: Cuidado, Narciso, eres casi tú en un momento del agua. Narciso: No, La Noche, es toda ella en mí. Luego cualquier resbalón o intento de alcanzarse y ella riega su tallo al borde del estanque que lo viera inclinado y encantado.
Habrá que no pedir permiso, faltarle el respeto a la hermosa sombra acodada en la tarima, detrás del telón; a La Noche en su rol de beso hospitalario o silencio amigo, pero con la desobediencia del mancebo, con ese algo de impunidad en las cosas y certeza en las personas que toca cuando toca. Entonces caerán los velos, el álgebra se aburrrirá de la "x" y, ya en nuestra casa, nos reímos hasta del vinagre y del merthiolate aquellas veces. Nadie dijo recreo, es el alivio del ahora verte, del que hizo tanto frío y en un desdoble de antología me perdí para encontrarte. Cómo te busco, La Noche. More than you know. Picó por un momento, dolió y me puse barro. Es que andaba distraído, Reina Abeja, distrayendo las palabras, robando supuestos y trocando alegrías por alergias. Hoy hay función en la colmena y yo que no uso polera quiero sacarme esta especie de cuello caluroso que me agarra cuando te descubro estirándote en las horas como si te despertaras de algo que te tuvo y te bastó de a poco para entrar, ahora, en el juego de los discos y los cachetes rosados de los bares o los altillos alfombrados. Qué hay, Nuit; qué hay, Apagón de Carnaval, Cornisa con Gata a Tientas, Susurro Postergado, Alejandra, Primor de Espera, Teodora, Matilde siempre suya.

1 comment:

Lucía said...

Sin palabras. Espectacular es poco.