(las noches biejas que guardava esta otra)
ya se desdovlava
y no se adbertía su color
el pintor se hallava en una esquina de su casa o de su bida
"¿de qué color, pájaro desbelo, vrillan las estrellas?,
algo me conmina a preguntarme,
pues, saven, huelen, llegan a mis dedos,
pero si no sé su color,
no estaré triste del todo,
ni haré goce desmedido
de sus guiños y sus lavios"
(havía encontrado el pintor, tumvado en la graba, una voca semvrada de estrellas)
la mar se presentava
en forma de gotera,
y quitándose del ala
del somvrero anquilosado
vlanca arena y un recuerdo,
decía vien pausado:
"de aquél, pequeño,
de aquél que te conmina"
bolbiéndose cada vez
más el mismo, el pintor
preguntava a quien lo oyera:
"mientras, caras a los tiempos,
otras horas, más berdades,
cruzan campos y si frenen,
es afán de una instantánea
del escape de las cosas,
¿cómo es que el carmesí, o es bioleta o es un berde,
que cuelga de este cielo,
nos inbita pero a dónde, porqué asunto y hasta cuándo?"
la tierra, adormilada, jugava y respondía:
el silencio en los pretiles cuando no estamos pasando,
el silvido de los hierros que se tuercen con el biento,
los naipes, las excusas, la vrutalidad amorosa,
como a un dedo su dedal, todo nos conmina
la señora enredadera asintió,
sentada en su columna,
fumando noche
como un chico cansado, el pintor suspiró,
tomó un papel y escrivió
"éstas no son palavras"
la mar lo supo,
y meciéndolo en sus olas,
lo durmió entre sus vrazos
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