Saturday, 30 June 2012

Ven



Ven, mi amor, en la tarde de Aniene
y siéntate conmigo a ver el viento.
Aunque no estés, mi solo pensamiento
es ver contigo el viento que va y viene.

Tú no te vas, porque mi amor te tiene.
Yo no me iré, pues junto a ti me siento
más vida de mi sangre, más tu aliento,
más luz del corazón que me sostiene.

Tú no te irás, mi amor, aunque lo quieras.
Tú no te irás, mi amor, y si te fueras,
aún yéndote, mi amor, jamás te irías.

Es tuya mi canción, en ella estoy.
Y en ese viento que va y viene voy,
y en ese viento siempre me verías.





Hace falta estar ciego... 

Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra. 


Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría, 
sin participación de los himnos futuros, 
sin recuerdo en los hombres que juzguen el pasado sombrío de la tierra. 

Hace falta querer ya en vida ser pasado, 
obstáculo sangriento, 
cosa muerta, 
seco olvido. 




Rafael Alberti



Wednesday, 27 June 2012

Acerca de cuál es el modo en que deben ubicarse en la mesa los asesinos

     Si para la comida hay planeado un asesinato, es claro que se debe ubicar al asesino en las cercanías de su víctima (si a su izquierda o a su derecha, esto depende del método que emplee el asesino), dado que de este modo se interrumpirá menos la conversación, al mantenerse la acción circunscripta dentro de un pequeño sector. La fama de Ambroglio Descarte, asesino principal de Mi Señor César Borgia, radica en su habilidad para llevar a cabo su cometido sin que ningún comensal lo note, con excepción de su víctima.
     Una vez que el cadáver (y, si las hay, también las manchas de sangre) ha sido retirado por los sirvientes, lo usual es que el asesino abandone también la mesa, dado que, algunas veces, podría su presencia perturbar la digestión de aquellos que estén sentados cerca de él.
     Para la ocasión, un buen anfitrión siempre tendrá pronto un nuevo invitado que permanecerá esperando afuera hasta que llegue el momento de pasar a integrar la mesa.
LEO DA VINCI

Tuesday, 26 June 2012

(...) La ciudad ya no mira al puerto, es cierto. Pero la gente se caga un poco en todo eso, viste. Por suerte -a veces en el fondo- todos nos seguimos mirando como se miran dos que están cerca de un río, así, jugando a esconderse atrás de las totoras, apareciéndose de pronto, entre el olor a barro y el frío de las manos y las mangas arremangadas. Nos paramos en la pérgola de Parque Lezama y miramos para el río. Miramos la estación de servicio, pero tal vez buscamos el río, el horizonte limpio o sucio y la espuma de las olas. Esto, Soñora, este parquet, este pedazo de tierra entubada y allá, donde está el medidor de gas, eran el bajo; el bajo de barro, de bruma, de piedras, de agua, trabajo y pensamientos. Nos queda, eso sí, la humedad; y buen. Por eso las palomas están gordas y las gaviotas se preguntan por esa sensación como de otra vida en la que planeaban cerca del agua hasta una roca; se lo preguntan de cable a cable, o cantando las doce han dado en algún lindo dintel, un poco más lejos, Almagro o Devoto, aunque también sobre Maipú o Reconquista. Seguro. Cuando nos distraemos estamos mirando a ver si llega ese barquito con las noticias, si entre las que lavan la ropa en la orilla están Visitación o Rosario, que se ríen del viaje que le dio ese pingo a Retamar en la doma del sábado, en Plaza San Martin, o esperan a ese marinero que, por costumbre, jura volver. A mí me gusta ese paraje que fue, pero también me embruja este caos amarillo, este San Nicolás que tiene una densidad de librerías por metro cuadrado que te derrite los ojos y te toma las ganas de llevarte algo, aunque sea uno, por cinco pesos. Tanto teatro, tanta gente que no te mira, desnudando con los ojos un billete de veinte, a ver si le encajas un falso, chanta hijo de puta que lo quisiste cagar. Pero bueno, es el anonimato, viste. A mí me gusta hundirme en él, un cacho nomás. Ahora te lo digo, pero yo mentí con Balvanera, Soñora; yo disfruto como un condenado caminar solo por esas calles repletas de gente y de cajas, de estibadores; dejarlos pasar. De pronto acelerar y meterte en la carrera. No hay tiempo que perder, no lo hay para nadie, para nada, pero es querer ganarle, Soñora. Ese trajín a mí me da cosas, buenas y malas y cosas. Entonces te sorprende una sonrisa, una vieja que pierde la razón y dice hola o se queja, me entendés, que te habla a los ojos. Tal vez no, pero habla o por lo menos está ahí, con vos, que le estas comprando un paquete de Pepas por el hambre de las cinco. A mí todo ese ruido de bocinas se me hacía un peregrinaje por dentro; el olor a asado viejo de la parrilla de Perón, a la mañana, era para mí. Yo estaba en silencio, podía pensar tranquilo. Sobre todo algunos días, las cosas me atravesaban, pasaban por mí, en mí. Son épocas, creo. Así que ahí andaba, Soñora, probando, viste, viviendo, estando un cacho por ahí, por Plaza Dorrego. 

(...) Enrico Ciriglano iba a estar en Buenos Aires una semana. Después, Córdoba, Rosario y de vuelta a Milán. Estaba parando en el Sofitel, pero, por algún motivo, todas las mañanas se subía a un Mercedes blindado y desayunaba en el Hilton, en Puerto Madero. Lo sé, Soñora, porque yo lo ví. Lo seguí, entendés. Pegué otro faltazo al laburo y lo seguí un día y medio; tenía que verle la cara a ese. Si supiera de Suárez, el higo de puta, si supiera de nosotros. De esto harán diez días, ponele que once. (...)
CINE LORCA

Saturday, 23 June 2012

Tuesday, 19 June 2012

Buh a todo eso! (parte uno o del principio u hocico)


- El miedo a la cursilería es una suerte de queismo; espantosa omisión por tonto recato, Gustavo. Te lo digo sin tapujos, total te tiene sin cuidado y, si te lo repitiera cientas de veces, tantas otras lo olvidarías.

-Tanta “T” nos va a tumbar, Tano.

-¿Te parece?

- Sí. Tené en cuenta que todos trajimos cientos de paquetes rebosantes de, emes, jotas, zetas, vocales, etcétera. Y te aviso que por culpa tuya van quedando una “T” por cada siete de las otras.

- Tch! Me las estás complicando; estoy tratando de ir al punto, y vos te despachás con esta sarta de abstracciones dialécticas que te tienen tan temático.

- Tenés razón. Te voy a oír un rato. Desconecto el teléfono para no estar pendiente; vos mientras templá tu dichos, Tano, templalos hasta que surja una casi telepatía y de pronto te calles y yo te entienda. Seguro te vas a calzar el traje de trasnoche, y está bien, porque es el único traje que le sienta a tu tipo.

- Te voy a pedir que no me tengas atrapado en ningún tipo de traje. Ahora dirás aquello de la cuestión de los temperamentos; te detengo antes.

- Tranquilo, Tano. Y arrancá a teorizar, que yo te escucho y te recibo bajo el efecto terciopelo del té de tilo.

-Te estás contradiciendo. Pedazo de tren sin vías, turco sin turbante. Te advierto, no te pongás taciturno, que te veo de buen talante y te sienta bien. Ni que te hubieran regalado la tabaquería Tilsons. Te lo cuento y no lo escribo para ahorrar tinta y porque es más fácil; si de pronto no me entendés o no estoy dando en la tecla, retraigo las tónicas, retomo desde el más alto estrato, y ahí reformulo o le cambio la textura, y todos felices y contenidos.

- Dale, timorato, traficante de trascendentales. Me contagiaste, ¿te das cuentas? No quiero hablar más. A que, te adivino, vas a virar por los trechos de alguna Dulcinea del Toboso… ¡Subí el telón y ponete a trabajar!

- ¿Trajeron más “T”?

- Alguna queda.

- Voy. Si me topo con alguna tranquera, ajustá un poco la cincha y me voy a despertar. 

Monday, 18 June 2012

Dos sobre El Miedo


*

Perturbación del ánimo por algún riesgo real o imaginario. Ancho, pero finito. Y en medio del camino de lo posible, como un amague incompleto, toda la tensión, toda la potencia, toda la desesperación, trota a espaldas de la atención con suficiente aviso de arranques y calles, para nunca alcanzarte. Negro apego, que permanece cierto tiempo según su indefinición. Tamborea agudo y de prisa, y cae al silencio pasmoso y grave, y pausa. Larga caminata, hombro a hombro, que sólo cesa al consumarse su principio devastador. De no ser así: perversión total de espacio, tiempo, tranquilidad. Futuro adjetivo imperfecto, trastorno fijo. Que ni la implacable barca del tiempo se lleva.

*


El asunto con el miedo es que exige un altísimo nivel de vigilancia. Esto es: abrir en lugar de cerrar, prender por apagar. Impertinente ante el miedo es esconderse dado que, lo que buscamos, señores, es suprimir posibilidad; y en esa meseta si presentase -dios no lo permita- sorpresa, evocar de la crudeza prontísima reacción.

Un segundo de miedo equivale en desgaste de humanidad a: la confesión de un grave ilícito, la metafísica de Macedonio, tres días juerga en vela; entre otras validaciones. Por motivo tal es que la gente con deficiente tolerancia cognitiva, simple y afortunadamente, se desmaya, en respuesta a la profunda naturaleza suscitada.

Dicen varios blandiendo adagio que es miedo por incierto: pero no hay tal sin previo ni recíproca actualidad de uno y el peligro -es decir, preconcepción del tema.

Sunday, 17 June 2012

Sonata para piano n.º 23 en fa menor Opus 57 

Appasionata - Ludwig Van Beethoven

Monday, 11 June 2012


Me desperté en un estado de excitación psicótica, después de haber soñado, en una manifestación muy compleja, que me enfrentaba al demonio, en la mejor interpretación de Sam Neill (el protagonista de Jurassic Park); quien, no estando satisfecho con su magia espeluznante, tampoco con el suspenso insoportable que envuelve su temática, ni con ser malo y querer hacer el mal de las formas más inexpresadas y tenebrosas, en fin, esta noche, la jugó de bueno, me acompañó hasta el final, y en un living amplio y moderno nos sentamos a debatir sobre lo que nos atañía, la naturaleza de los sucesos entonces superados, y lo pesqué, me sorprendió, con sumo miedo y abnegación, usando el argumento lógico que yo usase para desbaratar la persecución demoníaca en un sueño pasado, de más o menos las mismas características que el nuevo, pero, puedo agregar, transcurría en la casa de un amigo, y, si no mal recuerdo, ahí estuve solo, y el terror me despertó en ascuas, y el corazón en plena sensación de caída al vacío -las palpitaciones cesaron al rato, estabilizarme tomó horas, y la resaca me siguió como un secreto ruin, no sé hasta cuándo, acaso hoy, que me dispongo a confesarlo.

Nos encontrábamos en una cierta casa, de ventanas descomunales, mi novia, una amiga de ella, Sam, yo, y mi urgencia por proteger a las damas era apremiante. No obstante, es mi deber informar que desconozco su suerte, mas que la ventura que mi deseo haya arrojado por las oportunas ventanas a cada una de ellas, cuando la cosa se iba poniendo áspera: primero mi novia, y después su amiga, por orden de fortaleza, quizás, o bien, prioridad. El espectáculo era estrafalario y presumido. Pero el miedo, sólo digno de este tipo de contiendas: no hay peor enfrentamiento que con espectro-demonio, mal por mal, desafectado, y no sin causa: sino sin consecuencia. Corríamos Sam y yo movidos por esta fuerza indeterminada, y súbitamente, estamos degustando conjeturas, él plácidamente sentado en un sillón, meditabundo, cruzado de piernas, con la mano en el mentón; y yo, desquiciado, hurgando superficialmente unas bibliotecas, reventándome la cabeza en la búsqueda de la forma lógica que resolvería el poderoso sin sentido, cuando, Sam, en pose de adelantado, me dice: mirá, tal y tal cosa, no cierra. Por un breve lapso diagramé mi suscripción, luego mi gratitud, y cuando largué, ya desvanecido, un claro, me di cuenta de que esa averiguación era mía, que Sam me la había afanado, que el demonio no había aparecido, y que era él, había vuelto, derrotado, a darme la solución que yo usé para vencerlo la otra vez, como un aliado, amansillando el bien, y lo agarré de la cara, con mi mano izquierda, lo miré fijo, bien fijo, y mientras su cara se desformaba de vergüenza, le decía: hijo de puta, vos sos el demonio, vos sos el demonio, hijo de puta...